Aníbal
Arévalo Rosero
Se
lo podría considerar el presidente más rico del mundo: rico en cultura, en
conocimientos y en generosidad. El 90 por ciento del salario que se gana como
mandatario lo dona a planes de vivienda campesina, apenas vive con el 10 por
ciento que le queda y de la venta de flores que él mismo cultiva junto con su
esposa, Lucía Polanski. Es un analítico, lleva una vida apacible, nunca hace un
discurso altisonante, ni tampoco emplea improperios para referirse a sus
contendores. Es un socialista de otra índole.
Durante
la temporada de invierno invitó a los indigentes a que se refugiaran en el
palacio de gobierno. Es el presidente del Uruguay, José Mujica, quien, pese a
su pasado guerrillero, ha emprendido un periplo por diferentes países de Europa
y Asia para hacer gestiones diplomáticas en las que se ha mostrado muy
interesado en el proceso de paz colombiano que se desarrolla en La Habana.
Pues, considera que la guerra es un recurso prehistórico, del que hay que dar
un paso adelante.
Y
nadie mejor que él, para que hable con conocimiento de causa. Adelantó una
lucha armada en su país, pagó 14 años de prisión; gracias a una amnistía
decretada en 1985 quedó en libertad. Es por eso que en su más reciente visita
al papa Francisco I, le ha pedido que interceda para que lleguen a buen término
las con versaciones entre la guerrilla de las Farc y el gobierno colombiano.
Entre
las políticas que se han trazado en su país y que se consideran un verdadero
perfil revolucionario, están un plan habitacional para los más necesitados; el
reconocimiento de la prostitución, con la entrega de carnés que les permite
acceder a los servicios de salud y pensiones; la propuesta de legalización de
la marihuana, que ha causado revuelo; la reducción de la indigencia y la pobreza
en un 50 por ciento; el descenso de las cifras de desempleo. Pero ante todo
está muy preocupado por brindarles techo a las familias más pobres del campo.
Se
caracteriza por ser muy austero, aunque dice que esa palabra no le gusta porque
está muy prostituida en Europa, por lo tanto prefiere llamarse sobrio. Es un
hombre notablemente sencillo, eso se lo puede descubrir en su manera de vestir,
sin mucha elegancia y sin corbata. Vive en una chacra ubicada a 10 kilómetros
de Montevideo.
Ha
renunciado a tener lujos, prefiere que la gente tenga un “techito digno”.
Rehúye a toda la parafernalia de los jefes de Estado; como un gran humanista,
está preocupado por la por solventar las necesidades básicas de la gente
humilde, que existen en todos los países del mundo.
Considera
que para instaurar un modelo socialista en su país se requiere tener mucha
paciencia, hacerle entender a la gente que hay que brindarles oportunidades: “son
los sucesos los que gobiernan a los hombres, y no los hombres a los sucesos”.
Por ello dice que “vivir mejor no es tener más, sino ser más feliz”.
Lo
del presidente Mujica está contrapuesto a los gobernantes que tienen un estilo
de gobierno demagógico. No le ve sentido acumular riquezas, cuando todos vamos
a marchar en el mismo cajón, por más que vivamos bajo una marquesina. El
verdadero sentido está en pensar en la construcción colectiva, en una política
de cambio.
Las
ideas de Pepe Mujica, como se le conoce, se soporta en el pensamiento de los
filósofos de la antigüedad, por eso su concepto de política es trabajar por
encausar beneficios a las mayorías. “Y si por los avatares de la vida caes, hay
que levantarse y volver a empezar las veces que sea necesario”, dice.
Mujica
es un amplio camino que les ha demostrado a los mandatarios del mundo que con
la aplicación de una política social verdadera, se puede hacer una gran
revolución social. Es el camino y tiene en frente el Premio Nobel de Paz.

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