Seguros no tan seguros
Aníbal Arévalo Rosero
El negocio de las aseguradoras engorda el sistema financiero
internacional, con el que se financian las guerras. Socava las
economías domésticas y le hace jaque mate al usuario de
las aseguradoras.
|
Después
de la industria de la guerra, el negocio más lucrativo del mundo son los
seguros. Pues bien, estos han logrado penetrar tanto en la vida, que cada vez
son más las necesidades que le imponen al individuo. Y en muchos casos, si
decides contratar un servicio es obligatorio que tomes un seguro. Se puede
asegurar todo: ‘el pompis’ de una acreditada modelo o las piernas de un
futbolista; un contrato o el bolso de la elegante dama; el muy clásico seguro
de vida, donde al asegura-habiente le ofrecen el oro y el moro. Pero, ¿qué
tanta seguridad te dan las aseguradoras?
En
alguna oportunidad un agente de seguros atendía a su cliente, y trataba de
convencerlo de la importancia de adquirir una dichosa póliza de estas. Entre
otras cosas le decía la clásica frase que emplean los vendedores de seguros:
“Dios no lo quiera, usted llega a atropellar con su carro a un cirujano
plástico que se gana 80 millones mensuales, ¿de dónde va a responder?” Pero
también, tratan de persuadir al desprevenido cliente con una especie de
hipnotismo “tener un seguro es pensar en el futuro de sus hijos, Dios no lo
permita, usted les llega a faltar, ellos tendrían garantizada su supervivencia”.
De esta manera te convencen que debes llenarte de seguros.
A
la hora de vender le cuentan el cuento de todo un sinnúmero de ventajas, pero
no le mencionan la letra menuda. El incauto comprador tampoco la lee y por lo
tanto se llena de emoción pensando que cuando se muera sus hijos y su esposa
van a quedar con una gran fortuna. En consecuencia, estampa su rúbrica con
número de cédula, archiva la copia que le dieron y procede a contarle a otra
persona la ventaja de estar asegurado.
En
alguna oportunidad falleció de cáncer un usuario de un seguro de vida. Los
familiares se presentaron con la respectiva documentación a reclamar el pago al
que tenían derecho. La aseguradora les puso una serie de trabas para darle
trámite; luego que tenían que revisar la historia clínica del fallecido, para
finalmente decirles que la póliza no se podía pagar por cuanto el asegurado
había sido propenso a padecer de cáncer, y que eso no lo había puesto en
conocimiento cuando tomó el seguro. Eran las dichosas excepciones. Como
resultado de esto, después de haber pagado durante veinte años, mes a mes, un
seguro, no obtuvo ningún beneficio su familia.
Ahora
bien, todos los mortales científicamente somos propensos de padecer de cáncer
o, sin saberlo -ahí sí-, Dios no lo quiera, ya tenemos células cancerosas.
Entonces, este tipo de contratos que previamente están elaborados en formatos,
se inclinan en favor de la aseguradora y no del usuario. El denominador común
es que todas las aseguradoras busquen la manera de no hacer efectivo el pago.
En muchas ocasiones entran a litigio en juzgados civiles, que puede llevar
hasta años para que eventualmente se resuelva en favor del beneficiario.
Son
centenares de casos que se conocen, cuando las aseguradoras le hacen el quite a
su responsabilidad. En el caso del Soat, o Seguro Obligatorio de Accidentes de
Tránsito, los hospitales no lo quieren atender con este documento y prefieren
hacerlo con el carnet de afiliado a la seguridad social, justificando que es
complicado el pago de estos servicios a través de las aseguradoras.
Ahora
bien, si todos los colombianos tenemos seguridad social a través del régimen
contributivo o subsidiado, entonces, el Soat es un embeleco que engorda las
arcas del sector financiero a cambio de nada, y por lo tanto ya se debió
eliminar.
Tanto
los fabricantes de la guerra como los que te aseguran son los mismos: el
capital financiero internacional. Primero te crean la necesidad, y luego te
venden un seguro para esa necesidad fantástica o real, pero ahí en tu billetera
están metidos.
fundacionecosofia@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario