lunes, 10 de junio de 2013



        Seguros no tan seguros

Aníbal Arévalo Rosero

El negocio de las aseguradoras engorda el sistema financiero 
internacional, con el que se financian las guerras. Socava las 
economías domésticas y le hace jaque mate al usuario de 
las aseguradoras.

Después de la industria de la guerra, el negocio más lucrativo del mundo son los seguros. Pues bien, estos han logrado penetrar tanto en la vida, que cada vez son más las necesidades que le imponen al individuo. Y en muchos casos, si decides contratar un servicio es obligatorio que tomes un seguro. Se puede asegurar todo: ‘el pompis’ de una acreditada modelo o las piernas de un futbolista; un contrato o el bolso de la elegante dama; el muy clásico seguro de vida, donde al asegura-habiente le ofrecen el oro y el moro. Pero, ¿qué tanta seguridad te dan las aseguradoras?

En alguna oportunidad un agente de seguros atendía a su cliente, y trataba de convencerlo de la importancia de adquirir una dichosa póliza de estas. Entre otras cosas le decía la clásica frase que emplean los vendedores de seguros: “Dios no lo quiera, usted llega a atropellar con su carro a un cirujano plástico que se gana 80 millones mensuales, ¿de dónde va a responder?” Pero también, tratan de persuadir al desprevenido cliente con una especie de hipnotismo “tener un seguro es pensar en el futuro de sus hijos, Dios no lo permita, usted les llega a faltar, ellos tendrían garantizada su supervivencia”. De esta manera te convencen que debes llenarte de seguros.

A la hora de vender le cuentan el cuento de todo un sinnúmero de ventajas, pero no le mencionan la letra menuda. El incauto comprador tampoco la lee y por lo tanto se llena de emoción pensando que cuando se muera sus hijos y su esposa van a quedar con una gran fortuna. En consecuencia, estampa su rúbrica con número de cédula, archiva la copia que le dieron y procede a contarle a otra persona la ventaja de estar asegurado.

En alguna oportunidad falleció de cáncer un usuario de un seguro de vida. Los familiares se presentaron con la respectiva documentación a reclamar el pago al que tenían derecho. La aseguradora les puso una serie de trabas para darle trámite; luego que tenían que revisar la historia clínica del fallecido, para finalmente decirles que la póliza no se podía pagar por cuanto el asegurado había sido propenso a padecer de cáncer, y que eso no lo había puesto en conocimiento cuando tomó el seguro. Eran las dichosas excepciones. Como resultado de esto, después de haber pagado durante veinte años, mes a mes, un seguro, no obtuvo ningún beneficio su familia.

Ahora bien, todos los mortales científicamente somos propensos de padecer de cáncer o, sin saberlo -ahí sí-, Dios no lo quiera, ya tenemos células cancerosas. Entonces, este tipo de contratos que previamente están elaborados en formatos, se inclinan en favor de la aseguradora y no del usuario. El denominador común es que todas las aseguradoras busquen la manera de no hacer efectivo el pago. En muchas ocasiones entran a litigio en juzgados civiles, que puede llevar hasta años para que eventualmente se resuelva en favor del beneficiario.

Son centenares de casos que se conocen, cuando las aseguradoras le hacen el quite a su responsabilidad. En el caso del Soat, o Seguro Obligatorio de Accidentes de Tránsito, los hospitales no lo quieren atender con este documento y prefieren hacerlo con el carnet de afiliado a la seguridad social, justificando que es complicado el pago de estos servicios a través de las aseguradoras.

Ahora bien, si todos los colombianos tenemos seguridad social a través del régimen contributivo o subsidiado, entonces, el Soat es un embeleco que engorda las arcas del sector financiero a cambio de nada, y por lo tanto ya se debió eliminar.

Tanto los fabricantes de la guerra como los que te aseguran son los mismos: el capital financiero internacional. Primero te crean la necesidad, y luego te venden un seguro para esa necesidad fantástica o real, pero ahí en tu billetera están metidos.     

fundacionecosofia@gmail.com

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